21 octubre 2015

Teleoperadora **

Tela negra a mi espalda, mi cara entre sombras y podemos ver mi silueta a contraluz. Tengo un cuadradito negro tapando mis ojos, y la voz distorsionada.
¿Ya? Estoy irreconocible, ¿verdad? ¿Sí? Bien. Es el momento de confesar: Soy teleoperadora.
Sí. Sé que es un oficio denostado y desagradable. Se odia a las teleoperadoras por sistema.
Nos despiertan de la siesta cuando nos hemos quedado en casa con fiebre, llaman demasiado pronto y demasiado tarde, nos molestan para intentar vendernos tarjetas que no necesitamos y adeeseeles que no queremos. Nos regalan premios por sorteos en los que no recordamos haber participado, y a veces aprovechan la defensa baja para vendernos lotes de libros y enciclopedias. Nos invitan a reuniones a las que no queremos ir. Nos reclaman deudas que no queremos pagar. Nos solicitan donaciones para tragedias que no queremos mirar.
Cuando llamamos a cualquier empresa, después de pelearnos la maquinita que no entiende lo que queremos con opciones que no encajan, y tras esperar demasiado ¡Ahí están! ¡Las teleoperadoras! Con tonito de recepcionista, y algunas con el terrible delito de tener acento de fuera. Siguiendo (o no) las instrucciones de la empresa, el último escollo para conseguir el descuento / reclamación / devolución / información / que queremos. Para colmo, muchas se ponen bordes, y tienen hasta la poca vergüenza de colgarnos el teléfono cuando estamos expresando indignación contra la compañía a la que representan.
Pero claro, están mal pagados y poco reconocidos. Hacen trabajos por encima (muy por encima en algún caso) de lo que cobran. Cada vez son más y cada vez son más rentables, y por eso, cada vez externalizan más servicios. Las empresas quieren cobrar cada vez más, y te racanean hasta los tiempos para hacer pis. La media del telemarketing es que el 75% de las personas que trabajan son mujeres. El porcentaje puede subir hasta el 80%. Ya es conocido que “trabajo feminizado – trabajo precario” No hay más alegaciones, su señoría.
Así trabajo yo, cada día. Con clientes cabreados, o sin interés. A veces llaman creyendo que llaman directamente a la compañía, y vamos que vamos… Pero cuando tratan con teleoperadoras... la cosa cambia. La gente es desagradable y alterna entre tratarte como alguien que debería saberlo todo, y una analfabeta a la que hay que deletrear cualquier palabra que contenga H, B o V…
Y es verdad que algunos mienten más que hablan –porque nos exigen llegar a cifras de venta para tener un salario digno-, otros no tienen ni idea de lo que dicen –porque falta formación-, también hay quien le echa cara a la vida porque si –esto es España, coño, no estamos exentos de lo que pasa en el resto del país- y luego también estamos los que no podemos decir lo que deberíamos decir, pero tenemos que decir lo que no podemos pronunciar, e intentamos hacer nuestro trabajo con dignidad (mira, lo mismo que dicen las prostitutas, y sí, tenemos mucho en común…y es que trabajamos por dinero. Llamadnos traidores o peseteros como a los futbolistas)
Curiosamente, los clientes mienten, desconocen y le echan morro, igual que aquellos a los que desprecian. Somos iguales… qué curioso, ¿verdad? ¡Si es que somos los mismos! Estamos entre vosotros, y como El Club de la Lucha nos hemos organizado y armado con los despojos que nos dejáis para acabar con vosotros y mear en vuestra sopa de almejas… nooo, es falso. Aunque a veces me gustaría, no lo niego…
No me gusta hablar mucho de mi trabajo, porque no me gusta que se sepa exactamente donde estoy. En serio, no es la primera vez que me amenazan. Las teleoperadoras somos personas expuestas. Recordarlo cuando os llamen para venderos (por vez número 1.000.000 en esta semana) el móvil de jazzzzzzztel. Pero en este caso, dentro de lo posible, intentaré hacer una excepción para contaros las experiencias de una teleoperadora. De momento, me voy apuntando las anécdotas en un post-it en la agenda…

Consejos (de Septiembre) **

Hoy voy a empezar por unos pequeños consejos. Los consejos por Internet tienen la ventaja de que el que los emite no espera que le hagan caso, y en que los recibe puede hacerlos caso, o no. Son libres.
Por mi parte, los comparto, para evitar que naveguéis por las procelosas aguas del desastre, el descontrol y la entropía. Vamos, por mi territorio. Esto es lo que he aprendido en el mes de Septiembre:
Consejo 1: Imagínate que estás cortando una cebolla con tu nuevo cuchillo. Si no te gusta la cebolla, imagínate que estás cortando cualquier otra cosa.  El caso, es que por un error de cálculo, te haces un pequeñísimo corte, por el que sale sangre como si hubieras degollado un cochino.
Bien, el consejo en cuestión: Inmediatamente después del corte, jamás, bajo ningún concepto, te pongas a sacudir la mano como una idiota hacia arriba y abajo rápidamente como si te hubieras quemado. No es que lo haya vivido (ejem) pero el efecto de sacudir una manguera de sangre saliendo por tu dedo, es como si hubieras descuartizado cadáveres en tu cocina.
(Menos mal que no van a venir forenses del CSI con sus lamparitas fluorescentes a mi cocina, porque actualmente hay sangre hasta en el techo. ...
....Ahora que lo pienso, la del techo no la he limpiado: Menos mal que no van a venir forenses a mi cocina)
Consejo 2: Vacía SIEMPRE tu nevera y tu congelador cuando te vayas de viaje más de una semana. Tu ahorraré detalles sobre lo que ocurre (y el olor subyacente) cuando hay un corte de luz.
Y hasta aquí por hoy.